Escritor palentino e hijo de ferroviario, ganó el "Antonio Machado" en la tercera ocasión en la que concurrió. Galardones como el Jauja de cuentos, tres Huchas de Plata, el Gabriel Miró, La Felguera o el Lena jalonan el historial de este narrador que también ha dedicado sus esfuerzos literarios a la poesía.
***
Fue un verdadero milagro que no se lo llevaran
por delante.
Desinflado el pecho entre los dos topes, apenas a la
distancia de una respiración profunda, y abatido de
bruces contra el bastidor de la máquina, quedó
finalmente aquel hombre, con los ojos desorbitados
como dos sorpresas y los brazos extendidos
desesperadamente en cruz.
Estaba anocheciendo. Apareció como una mancha leve
entre la bruma, erguido al fondo de la recta larga.
El maquinista no supo, de momento, de qué se
trataba. Era una silueta oscura, imprecisa, turbia,
casi adivinada entre los carriles. Y fue agitándose
como un mal sueño hasta gritar la forma de una
figura humana, grotescamente en pie, desnuda y
trágica...
- ¡Frena, Manuel, que es un hombre...! ¡Que nos lo
cargamos...
Patinaron las ruedas por estrellas de lumbre y de
impotencia se asustaron relojes y manómetros, se
despertaron muelles y cadenas. Hubo una convulsión
aterradora, y un coro de mil ruidos, y un chirrido
final como de plenitud de parto, y un silencio
feroz, cortante y denso.
Cuando el maquinista se atrevió a retirarse las
manos de los ojos, algunos viajeros habían
descendido ya y corrían dispersándose en todas las
direcciones, cambiándose el asombro y las preguntas.
El hombre del torso desnudo, seguía allí. Había
cesado de agitar la camisa, pero seguía, haciendo
frente al tren, con las piernas abiertas y firmes
sobre las traviesas, apuntalado en su propia
rigidez. Todos vieron cómo, muy lentamente, fue
desmayando los músculos, abatió la cabeza, desinfló
el pecho, derrumbó poro a poro todo el cuerpo hasta
quedarse en nada, y cayó extenuado por el esfuerzo
sobre los primeros brazos que se le tendieron...
- ¡Qué ha hecho usted, hombre de Dios...!
Todavía tuvo un resto de voz, que fue brotándole a
golpes, deshilvanados, confusos...
- Creí... que nunca lo lograría... No pueden
seguir... Allí, a unos... doscientos metros...
Y rompió a llorar.
Mientras algunos salieron en la dirección que el
hombre señalaba, comenzó un brusco apelotonamiento
en los vagones. Era un torbellino de ganas, de
prisas, de empujones y de instintos. Algunos fueron
perdiéndose por las tierras sembradas, otros se
descolgaban o se arrojaban por las ventanillas
confundidos entre bolsas de cosas tontas y maletas
que se abrían con el impacto pariendo cartas o
calcetines, vomitando sostenes y colonias...
- ¡Trate usted de serenarse, por favor...
Le palmotearon la cara, le resucitaron la sangre
hasta la piel, zarandearon sus hombros...
- ... un... pájaro...
- ¿Un qué? -alguien aproximó el oído a sus labios.
- Un pájaro... Hay... un pájaro en el carril...
- ¿Ha dicho un pájaro?
- Sí. No pueden seguir, hay un pájaro... un pájaro.
Regresaba ya el grupo que salió vía adelante...
- ¡No vemos nada. Como no sea un pájaro...
- Efectivamente, hay un pájaro donde dice este
señor...
- Pero... ¿Qué clase de pájaro? -Inquirió
parpadeante el maquinista.
- Pues... un pájaro corriente... Un pardal, y nada
más.
Los numerosos viajeros que ocupaban el tren, fueron
acercándose pasado el susto de los primeros
momentos, y rodearon silenciosamente al hombre que
ya daba síntomas de una clara recuperación. Había
anochecido totalmente, y alguien se hizo con un
farol que llevaban en la cabina. Con la luz fue
recorriendo los rostros de todos, inventariando
expresiones amarillas. Hubo una calma extraña,
fantasmal, agobiante.
- A ver si lo entiendo. ¡No me dirá usted que por un
pájaro ha hecho esta barbaridad...
- Y qué otra forma tenía de evitarlo -comenzó a
razonar el hombre del torso desnudo.
- ¡Es que no entiendo lo que hay que evitar...!
- ¿Qué no lo entiende? Usted iba a pasar por encima.
Iba a aplastarlo.
- ¡Y qué!
- ¿Usted aplastaría a un pájaro?
- Hombre... no sé. Así en frío... Pero desde el tren
es que ni me entero. Habrá miles de veces...
- Pero, ahora, ya sabe que está ahí...
- ¡Mire, no me complique las cosas, que ya la hemos
armado bastante gorda! ¡Hala, suban todos otra vez,
y andando...
- Va a pasar por encima del pájaro...
- ¡Pues que se quite!
- Es que no quiere. Yo mismo he intentado retirarlo,
pero se me vuelve a posar a unos metros, y me mira
de una forma que parte el alma. Y no he visto
manera...
- De todos modos, tampoco perdemos nada por echar un
vistazo -apuntaron.
El maquinista y el ayudante se miraron unos
instantes y se frotaron la frente visiblemente
nerviosos.
- Si el señor dice que está ahí cerca... -se atrevió
a reforzar la mujer de los ojos ribeteados de
amargura, destemplada la luna y ligera de vientre.
El hombre calvo y cejijunto, interrumpió
bruscamente:
- Lo que haya que hacer, habrá que hacerlo pronto,
que yo...
Todos comenzaron a caminar vía adelante. El hombre
del torso desnudo portaba el farol y encabezaba la
marcha perforando la noche. Habían parado ya varios
coches en la carretera que discurría paralela a la
vía, y unas docenas de voces se aproximaban al
grupo.
- ¿Ha habido heridos...
- ¿Necesitan ayuda?
Un empleado del tren, decidió muy sensatamente
coordinar un poco las cosas:
- ¡No es nada! Uno de ustedes, por favor, que
continúe hasta la ciudad. Que no se alarmen. Es una
tontería y en seguida arrancamos de nuevo... Es...
que... parece ser que hay un pájaro...
Los improvisados socorristas sintieron decepción y
alivio a la vez. Llegaban también dos guardias de
Tráfico alarmados por el número de coches detenidos
en la carretera. Trataron de informarse aunque nadie
sabía muy bien lo que ocurría. Y siguieron a los
demás.
El hombre del torso desnudo, se detuvo de pronto:
- Ahí... ahí...
Apareció a la luz mortecina del farol que seguía el
curso brillante del carril. El pájaro estaba allí,
hecho resumen de hoguera y de milagro, encogido por
el frío a contrapluma, sacudiendo de las alas
pedazos de plata y miedo. Y fueron acercándose hasta
quedar muy próximos, hasta dejar al pájaro centrado
en el círculo de luz. El corro fue haciéndose de
varias filas, y muchas cabezas empezaron a asomar
sobre los hombros de los primeros. Quedaron con los
rostros ensombrecidos, deslavados los ojos. Un señor
trataba de aupar a un niño sobre los hombros...
- Papá, que no veo nada...
- Póngale delante, como en las procesiones, que los
niños no estorban -ofreció la señora servicial.
Fueron llegando más gentes de las casas cercanas, y
se escuchó a lo lejos la sirena de una ambulancia
que había sido avisada por los guardias como medida
de urgencia. Y paró también un autocar que regresaba
de la Convención de un Partido...
- Aquí lo tienen. A ver si no es verdad que hace
falta sangre fría...
- ¡Tiene razón aquí! -apoyó la mujer del escote
revenido, que evocaba la hoja de laurel del guiso,
la botella de leche, el encaje negro y la inyección
intramuscular.
- ¡Mira qué sensible! -interrumpió el maquinista.
- ¡Pues, desde luego, soy más sensible a un pájaro
que a un maquinista! -se despechó la señora-. Y no
creo que le cueste a usted tanto torcer un poco
hacia un lado, digo yo...- ¿Pero, tiene usted idea
de cómo funciona el tren?
- ¡Pues, muy mal! Así que no se ponga usted
gallito...
- !Señora! ¡Que se está usted saliendo del tiesto!
- ¡Me salgo porque es verdad¡ Yo, que vengo todos
los días, porque tengo una nuera en la Residencia,
que por cierto tenía un dolor así en el bajo costado
que estaba en un grito, y resulta que venga de
radiografías y el médico del pueblo que era un
embarazo falso, porque no saben de la Misa la media.
Hasta que un día mi nuera...
- ¡A mí no me importa su nuera!
- ¡Claro! ¡Qué se va a esperar de un tío que es
capaz de espachurrar a un pájaro...
- ¡Calma, señores! Vamos a buscar una solución, que
a mí me está esperando la familia... -intervino el
señor con cara de protestar letras.
- ¡Pues se aguanta! ¡Que a mí me pilló la guerra en
zona roja, y tardé siete años en... - - ¡Pero era
una guerra!
- Y usted qué prefiere, ¿una guerra o un pájaro? A
ver...
- Hombre...
- Yo creo -intervino el pulido de modales y Jurado
de Empresa- que quien tiene que hacer algo es la
Administración, las autoridades...
Los guardias se sintieron aludidos y consiguieron
abrirse paso hasta el interior del cerco:
- A ver, a ver. Alguien que se explique. ¿De quién
es este pájaro...
- Los pájaros no son de nadie -respondió Sor Beatriz
de las Divinas Llagas- son de Dios Nuestro Señor,
que tuvo a bien...
- Pues habrá que quitarlo, Hermana. Se le quita y ya
está. No le veo problema...
- ¡Es que el pájaro tiene preferencia! -incordiaron
desde lejos.
- ¡Es verdad! ¡El pájaro estaba primero. Y hasta
primero que la vía!
- ¡¡Más vale que se dedicaran a coger a los del
Grapo!! -inflaron el perro.
- ¡¡Eso!! -corearon varios más. El pájaro seguía
inmóvil, aterido y sordo, rescoldo de ceniza
tiritando, abatiendo la cabecilla contra el babero
oscuro de su pecho y cerrando los párpados cansados.
Aferrado con sus patas al borde del carril, en un
equilibrio de sueño leve y pardo...
- Pues... se ha dormido -señaló alguien- Ahora si
que la hemos hecho como Amancio...
- ¡Algo hay que hacer, señores! ¡No vamos a estar
aquí hasta que despierte...
- Yo digo... vamos a ver, se me ocurre a mí -se
esforzó en destacar uno de los guardias- que si lo
retiramos así, muy ligeramente, con un palito o con
un junco suave, suave...
- Eso. ¡Ustedes a empujar! ¡Pues vaya una democracia
de los cojones!
- Es... solamente un pardal... -se disculpó
tímidamente el guardia.
- Gorrión, gorrión -terció el señor del sello
ofensivo en el anular y la prenda de abrigo
práctica- El nombre genérico, científico, es
gorrión...
- Pues eso. La Constitución no dice nada de
gorriones...
- ¡Como que está hecha a mangazos! Pero dice que se
tiene derecho a la propia imagen. ¡Y no me dirá
usted que ese pájaro no tiene imagen de pájaro!
Vamos, hombre. Lo que hay que oír...
- Pero... podía irse a otra parte con su imagen...
- ¡Pues más que estar en el puñetero campo! Como no
se vaya al cine...
Habiendo ido llegando más y más. Era ya un grupo de
varios cientos que discutían las más pintorescas
soluciones a gritos ensordecedores. Allí estaban
todos, tétricamente perfilados por el foco del tren
detenido. Llegó también un tren de socorro que se
detuvo tras el otro, en la vía única. Y una unidad
del Cuerpo de Bomberos:
- Por lo visto se trata de espantar a un pájaro.
- Un día nos van a llamar para hacer ganchillo...
Tras una pausa saturada dé ideas y sugerencias,
alguien gritó que llegaba el Gobernador. Y el
Gobernador hizo acto de presencia para dirigir
personalmente las operaciones:
- ¡Asumo desde ahora toda la responsabilidad!
-manifestó muy serio nada más llegar, pidiendo calma
con las manos extendidas.
Después, quedó unos minutos meditando, frotándose el
labio superior, dando vueltas y más vueltas. La
expectación fue adquiriendo un tono espeso, casi
físico. Y el silencio fue aprovechado por un grito
lejano:
- ¡Como nos toquen el pájaro, no trabajamos el
lunes!
De pronto, el Gobernador, se despojó de la chaqueta,
y, agachado en cuclillas junto al pájaro, comenzó a
balancearla suavemente, en un dulce vaivén:
- ospa, ospa... us... us...
El pájaro permanecía parado como cualquier
ingeniero.
Lo intentó de nuevo:
- pito... pito... os, os...
El rubor fue cubriéndole las mejillas. Sintió
clavadas en él todas las miradas, y lanzó a su
alrededor una especie de sonrisa estúpida mientras
se disculpaba confusamente:
- Pues... a veces...
La carcajada fue general.
- Este pájaro tiene problemas internos -dictaminó
por fin.
- Lo que tiene es mucho respeto humano -añadió la
monja.
En taxi, llegaron precipitadamente los de Interviú.
En principio se dirigieron al Gobernador:
- Señor Gobernador. Háblenos usted del pájaro...
- Bueno... queramos o no queramos, es un problema
que está ahí, y que vamos a abordar con seriedad y
rigor. Nosotros no nos hemos inventado los pájaros.
Ya había pájaros en el régimen anterior, y hay que
aceptarlo así...
- ¿Se va a tomar algún tipo de medidas...
- Evidentemente. Nosotros, propugnamos una Comisión
Mixta de seguimiento del pájaro...
- Muchas gracias... Felipe, mira a ver si puedes
tomarle al pájaro una buena fotografía de las tripas
a todo color...
- Ya estoy intentándolo, pero es que las tiene
dentro...
- ¡Si que es una lástima! ¿No querrá hacer el pájaro
alguna declaración...
- ¿Tiene usted algo que...
- Do you speak English?
- Parlez-vous français? Nada. Ni se mueve.
A medida que transcurrían las horas, el frío fue
haciéndose notar. Se encendieron hogueras alrededor
de las cuales la gente discutía sobre las
irresponsabilidades de la Sociedad mientras los
partidos de izquierda regalaban sardinas asadas.
El pájaro había sido ya olvidado. Permanecía sobre
el carril como un muñón de algodón triste,
convulsionado y entristecido, agitando un ritmo de
ahogo hasta el fondo de las boqueras amarillas...
Se decidió ya de madrugada. Los ingenieros del
ferrocarril lo maduraron muchísimo. Se trataba de
hacer un desvío provisional, una pequeña curva
sorteando el pájaro para empalmar unos metros más
adelante. El problema era simplísimo, una nadería. Y
así lo acordaron.
En un tiempo récord trabajaron con la mayor rapidez
y efectividad, cuidando en todo momento la
integridad del pájaro dormido. y el tren pasó a su
lado, muy silenciosamente, empujado a mano, hasta
dejarlo atrás, y quedar perfectamente situado para
reanudar su ruta con las primeras luces de amanecer.
Hubo un alivio general. Se cambiaron abrazos y
ternuras. Todos fueron ocupando de nuevo sus
departamentos, con los pies helados y las solapas
llenas de niebla. A ambos lados del tren se
aglutinaban miles de aquellos que moral o
materialmente habían colaborado en la operación y
que mostraban un regusto de triunfo. Miles de
personas que habían vivido la experiencia de la
noche larga...
Todo estaba dispuesto. Todos se habían colocado la
sonrisa nueva, y habían hecho amigos para siempre
unidos por la misma aventura...
Tuvo que ser el pitido inesperado de la máquina, El
pájaro salió sobresaltado en un vuelo increíble y
rapidísimo, ante las atónitas miradas de todos.
Miles de caras fueron elevándose hacia el aire con
las bocas abiertas en una expresión estúpida. Miles
de caras iguales fueron siguiendo las evoluciones
como un ballet amargo dirigido por el propio pájaro
que giraba en círculos perfectos encerrando los
pensamientos en un redondel repetido y sin salida.
Miles de caras, absolutamente sincronizadas,
quedaron describiendo círculos, círculos,
círculos...