Nacido en Aznalcázar (Sevilla), es un literato polifacético. Poeta, periodista, conferenciante, novelista, traductor, cuentista y flamencólogo, fue finalista del Premio "Antonio Machado" en su tercera edición. En su currículum figuran galardones como el Ateneo de Valladolid, el Ciudad de Sevilla, el Juan Valera, el Ejército, el Azorín y cuatro Huchas de Plata, entre muchos otros.
***
Primera carta
Querida Guiomar:
No te enfades. Ya sé que no te gusta que te llame
Guiomar. Que tú no eres Guiomar. Que ni siquiera te
habría gustado haber sido Guiomar en la vida real,
ni aún con un amante como Antonio Machado. Pero me
gusta llamarte así, porque entre tú y yo corren
torrentes de sangre caliente y viva como la que
calentó hasta el hervor las venas del poeta. Bien
sabes que sólo por ti he iniciado esta aventura
hermosa a la vez que caso absurda de intentar
rehacer para ti las experiencias ferroviarias de don
Antonio Machado. Tú eres una maestrita linda y yo un
viejo poeta que si no tu padre, bien podría ser tu
hermano mayor, y sin embargo te amo entrañablemente,
con toda mi alma. Sólo Dios y yo sabemos lo que me
cuesta separarme de ti, y sólo Él y yo contigo
sabemos que mi viaje es un pretexto, que no es un
viaje de estudios para escribir un libro. Es llana y
sencillamente una huida, una escapada, una fuga.
Como una canción que no me abandonará porque quiere
hacerme daño, el ruido del tren me va cantando mi
copla por soleá:
"Yo me quedo y tú te vas,
pero el camino del Puente
nunca se te olvidará".
¿Te has olvidado un solo minuto del Puente de
Hierro, y de las veces que ha pasado sobre nosotros
como un monstruo escandaloso de otro mundo el tren
de Sevilla a Huelva? ¿Podrás olvidar algún día que
algunas voces te asustabas tanto que tu abrazo era
feroz como el de una tigresa? Pero son cosas
pasadas. Tú has vuelto a tu escuela y yo a la
realidad después del sueño maravilloso. Me ha
consolado mucho, porqué sé que en hacerlo te has
consolado tú también de nuestra separación, saber
que has tomado parte con otros maestros en esa
experiencia nueva de enseñar a los niños a amar el
tren, organizando para ellos clases teóricas y
visitas a las estaciones y a los depósitos de las
locomotoras, explicándoles cómo era y cómo es el
Ferrocarril. Lo he leído en el Periódico y me he
ilusionado con la idea de que algún día mis cartas
puedan servirte para un guión en alguna clase
especial sobre el Ferrocarril como elemento vivo del
acontecer diario de los grandes poetas. En este
caso, Antonio Machado.
Tú y yo hicimos el índice, ¿te acuerdas? No debajo
del Puente, por supuesto, sino en tu Escuela, cuando
todo el mundo creía que yo estaba dándote clases de
inglés. ¡Pobre de mí! Si todo el inglés que vas a
saber en tu vida ha de ser el que hayas aprendido en
aquellas clases mías, nunca sabrás otra cosa que
decir en voz baja que me amas. El índice es muy
extenso, porque entonces o ibas en tren o no ibas en
nada. Como sabes, Antonio Machado había nacido en la
Casa de las Dueñas, en Sevilla, el 26 de julio de
1875, y en junio de 1883, con sus padres, quizás
sólo con el padre, don Antonio, el chiquillo monta
por primera vez en un tren para ir desde Sevilla a
Huelva. En tren irían en septiembre del mismo año a
Madrid, para quedarse en la Corte, en Claudio Coello
esquina a Villanueva, días antes de ingresar en la
Institución Libre de Enseñanza.
En marzo de 1898 Antonio y Manolo van desde Madrid a
Sevilla. Hermoso viaje en tren, ahora. Discutible,
entonces, ¿no te parece? Si les hablas a los niños
de aquellos trenes tienes que ser discreta. No lo
entenderían. En mayo volvieron a Madrid. En el
verano siguiente, Antonio va a París en tren, para
reunirse con Manolo que ya estaba allí desde unos
meses antes. En octubre de 1899, Antonio regresa a
España, antes de escribir Manolo su famosísima
poesía "Adelfos". En abril de 1902, otro viaje en
tren hasta París. En agosto vuelve Antonio a Madrid.
En diciembre, con Baroja, va Antonio a Granada.
Hermoso viaje en tren, ahora, como te he dicho
antes. Mayo de 1907, un tren lleva al poeta a Soria,
a su cátedra, y un tren le regresa a Madrid. Vuelve
a Soria en septiembre y conoce a Leonor. Va de Soria
a Madrid y de Madrid a Soria muchas veces. En sus
poesías y en sus prosas, el tren estará para siempre
clavado como un cuchillo imposible de arrancar.
El 30 de julio de 1909 hace su viaje de bodas a
Barcelona. En el tren, claro. Ese mismo año va y
viene a Madrid. En diciembre del 1910 va con Leonor
a París. Pienso que los Jefes de Estación acabarían
conociéndole. Más viajes en tren: Leonor enferma de
tisis, el poeta regresa con ella, Leonor muere.
Antonio vuelve en tren a Madrid con su madre. Más
trenes en su vida: el 29 de octubre de 1912 va a
Baeza, a cuyo instituto ha sido destinado. En
diciembre regresa a Madrid para pasar la Navidad y
el Año Nuevo. Durante el verano viaja por Andalucía.
Es ya el año 1916. Al siguiente vuelve por
Andalucía: Puerto Real, Chipiona, Rota, Sevilla. En
noviembre de 1919 llega en tren a Segovia. En el año
1920 va a Córdoba. En el verano recorre otra vez
Andalucía. En Segovia, en 1928, conoció a Guiomar.
Su vida y su muerte, como tú para mí, amada mía.
En 1931 regresa a Madrid, ya catedrático en el
Instituto Calderón de la Barca. Sus biógrafos dicen:
"comienza su alejamiento de Guiomar". Y me duele
cuando lo leo, porque es talmente lo que me está
pasando contigo. Y si a Machado le dolió tanto como
me duele, no tengo palabras para expresar mi pena
por él. Estuvo en Soria en agosto de 1932. En el
verano de 1936, Antonio se queda en Madrid y Guiomar
se marcha a Estoril. El tren se la lleva. Viaje a
Valencia. Viaje a Barcelona. Viaje hasta Gerona en
una ambulancia. Ya no habrá más trenes en su vida y
en su muerte. El 22 de febrero de 1939 fallecería en
Collioure. Sus últimas palabras: "Adiós, madre".
Eran las cuatro de la tarde. Tres días después
moriría su madre, doña Ana. Fin absoluto del viaje.
Todas las locomotoras y todos los trenes y todos los
vagones de tercera de todos los ferrocarriles del
mundo llevaron un luto de siete días con banderas
negras que nadie podría haber visto sin secarse las
lágrimas.
Te prometo una segunda carta con fichas que he ido
reuniendo sobre el tren tomadas de las obras del
propio don Antonio Machado. No digo que la cosa sea
para ganarme el Premio Nobel, pero para tus
lecciones a los muchachos de tu Colegio en esos días
que vas a llevarles a ver los trenes puede que te
sirvan. Háblales de mí, aunque sea de pasada y sin
decir mi nombre. Diles sencillamente que conociste a
un poeta que amaba el tren y que bajaba cada tarde
al Puente de Hierro de su pueblo para ver pasar los
trenes de Sevilla a Huelva, que bajaban enloquecidos
por la cuesta y tomaban la curva sobre el río tal
como si fueran a escaparse de la vía, y los trenes
que subían de Huelva para Sevilla, asmáticos porque
la cuesta era tremenda. No les digas que a esos
paseos hasta el puente y a su apostadero entre las
adelfas y los álamos le acompañaba una maestrita del
pueblo, linda como un sol, que cuando se asustaba
del ruido del tren o del silbido de la locomotora se
abrazaba a él y le besaba apasionadamente. No les
digas nada de esto, porque ya será agua pasada.
No es preciso que me escribas, aparte de que no
podría decirte ahora dónde podrías enviar tus
cartas. Reza por mí, aunque sólo sea para que así
tengas la obligación de acordarte de este pobre
poeta siquiera sea el tiempo de tres Padrenuestros
cada día. Yo estaré pensando en ti, Guiomar querida;
a todas horas, minuto a minuto. ¿Qué digo?, segundo
a segundo. Te quiere entrañablemente, con locura
real, tu
Antonio
Segunda carta
Querida Guiomar:
Todas estas fichas están en cierto modo
descabaladas. Las había puesto una tras otra por
riguroso orden pero se me han caído al suelo y ya no
me siento con ánimos para ordenarlas de nuevo.
Prefiero que lo hagas tú, porque como hay distintas
maneras de darles un orden, tú elegirás el mejor.
Fechas, lugares, situaciones, cualquiera de estas
temáticas valdrán para poner estas fichas según tu
mejor saber y entender. Son breves, pero algún día
las haremos mayores. Bastarán unas vacaciones
juntos, tú y yo a solas, lejos del mundo, pero cerca
de donde haya un Puente de Hierro por el que varias
veces durante el día y la noche pase un tren y silbe
una locomotora. Ya me entiendes.
Primera ficha: "Las dos familias dejan la casa de la
calle de las Navas, se trasladan a la estación,
donde suben al tren, que en larga, estrepitosa y
fatigante jornada las llevará a la Capital". Esto
era a mediados de 1883. No puede darse en menos
palabras una descripción más ortodoxa de lo que era
entonces un viaje en tren. Antonio tenía ocho años.
Estas fichas puedes tú redactarlas de nuevo,
dándoles más extensión, e incluso subrayando aquello
que de una manera más concreta tenga relación con el
ferrocarril.
Segunda ficha: "París ofrecía escasas perspectivas.
Es en el fondo una ciudad egoísta y sórdida. Baroja
y los dos jóvenes andaluces deciden buscar de nuevo
el calor de la Patria. El primero cuenta que
emprendió el viaje de vuelta desfallecido y
hambriento. Que al llegar a Burdeos estuvo varias
horas sin comer y que llegó a Irún en un tren de
mercancías con cuatro o cinco pesetas en los
bolsillos".
Querida Guiomar: los dos jóvenes andaluces eran
Manuel y Antonio Machado, por supuesto, y la
presencia del tren en el suceso no deja de ser un
indicio agudo, fino como un estilete, de la bohemia
de aquellos poetas. Por fortuna ya no andamos los
poetas en trenes de mercancías. Hemos mejorado en
medios de transportes, pero desgraciadamente, el
corazón nos sigue doliendo como a ellos. ¿Verdad?
Tercera ficha: "Antonio y Joaquín partieron en tren
para Madrid el 1 de agosto. En la estación les
esperaban la madre, doña Ana, y sus hermanos Pepe y
Paco. Una tartana los trasladó a Fuencarral". Otra
vez el tren en la vida de Machado. Y una escena que
es fácil de adivinar: la llegada a la estación y el
encuentro con su madre y sus hermanos que les
esperaban. Un mundo muy particular, que en 1912
podría haber sido y acaso lo fue como un extraño
escenario de una vida de ensueños. Unos metros más
allá, la tartana a paso de jamelgo, y el mundo
cambiaría para los recién llegados. Porque el mundo
de las estaciones de Ferrocarril no tiene nada que
ver con el mundo de los más mortales. Es único,
trasminado de historias que si se contaran no se
acabaría nunca.
Cuarta ficha: "Llega el poeta a la ciudad soriana y
sube en la estación a la pajarilla, el cochecito de
caballos cascabeleros, que le conducirá hasta la
fonda principal". Tres líneas solamente, y en ellas,
querida Guiomar, toda una larga historia. Esto era
en el año 1907, y Antonio ya había cumplido los
treinta años. Esa llegada a una Estación ferroviaria
desconocida, con la gente que va y viene, los mozos,
los ferroviarios con sus gorras y sus uniformes, y
sobre todo los viajeros, unos tristes y otros
alegres, aquéllos y éstos cargados de maletas y
bultos, para encontrarse luego en la salida con la
"pajarilla". Habría en todo esto para escribir una
larga novela.
Quinta ficha: "Los novios parten en viaje de luna de
miel rumbo a Barcelona, donde estaba Manuel. El
poeta va feliz: Y alegría de un viajar en compañía".
Querida Guiomar, ¡qué maravilla! Un viaje en tren en
compañía. Su compañera recién casada era Leonor, su
esposa malograda pronto. ¿Qué me dirías si te
pidiera algún día que viajaras conmigo en un tren
hasta Barcelona? No aquel tren del año 1909. Un tren
de ahora mismo. ¿Sabes cómo eran aquéllos trenes?
Mejor que no lo sepas, en cuanto a la comodidad de
los de ahora, pero ojalá lo supieras por haber
viajado en ellos conmigo, tú casi recién salida de
la adolescencia como Leonor, yo treintón como
Antonio. ¿Puedes imaginarlo, amor mío?
Sexta ficha: "Pisan tierra española, quedándose unos
días en Irún. Van a Madrid y luego a Soria, adonde
llegan el 20 de septiembre". Era en 1911, Guiomar
amada, ¡cuánto sufriría Machado en aquellos trenes
que le retornaban a Soria para que Leonor muriera en
tierra castellana! Puedo imaginarlo haciendo un
esfuerzo de imaginación, pensando que fuera yo quien
viajara contigo, y tú vinieras a morirte cerca de mi
pueblo, quien sabe si viendo desde tu cama, por el
balconcillo, el Puente de Hierro. No quiero ni
pensarlo, y he de confesarte que he tenido una
pesadilla sobre el particular. Creí morirme de pena.
Séptima ficha: (ésta es una ficha muy hermosa, toda
ella cargada de sugerencias para una gran película
de amor...) "Subió a la pajarilla, marchó con su
madre a la estación el ocho de agosto, despidiéndose
de la ciudad con esta plegaria: "Adiós, campos de
Soria, donde las rocas sueñan..." (el resto es fácil
que lo encuentres en el tomo de obras completas de
Manuel y Antonio Machado que te dejé). No viaja
sólo; le acompañan el dolor y la gloria: el
sufrimiento que le produjo la muerte de su amada y
la gloria que le ganó "Campos de Castilla", uno de
cuyos ejemplares -el que fuera de Leonor- va mirando
en su asiento. Corre el tren por la campiña soriana
ese ocho de agosto...! ¡Qué hermoso, verdad! ¿Por
qué no podríamos encontrar en alguna parte aquel
vagón de ferrocarril para poner en el departamento
que fuere una placa que dijera algo parecido a esto:
!Aquía, sentado en este lugar, camino de Madrid
desde Soria, fue leyendo Antonio Machado los versos
que había leído su amada Leonor en su lecho de
muerte".
Octava ficha, última por hoy: "¡Y otra vez el
tren!". Viaja de Madrid a Baeza.
"Ya en los campos de Jaén:
amanece. Corre el tren
por sus brillantes rieles
devorando matorrales.
La luz en el techo brilla
De mi vagón de tercera..."
Querida Guiomar: ¿Te imaginas a aquél hombre en un
vagón de tercera rumbo a Baeza? Un poeta atormentado
por el dolor mirando a un lado y a otro de su tren
en marcha los campos de Jaén en la amanecida. ¿qué
pensaría? ¿Y el maquinista sabía que llevaba en su
tren a un gigante de la poesía del mundo? ¿Y cuando
el revisor le picara el billete sabría que picaba
como un punzón uno de los corazones más lastimados
de España? Nunca lo sabremos, pero sí estamos en
condiciones de saber que el poeta se quedó en la
estación de Baeza a diez y nueve kilómetros de la
ciudad. Así eran entonces los ferrocarriles. Menos
mal que unos caritativos viajeros, se lo llevaron en
un tranvía. ¡La vida!
Tengo que acabar esta carta, Guiomar querida.
El chaval del Casino espera que la termine para
llevarla al Correo. Un tren la llevará a su destino,
a tus manos.
Te quiere,
Antonio
Tercera carta
Querida Guiomar:
No me abandones, por el amor de Dios. Si estoy
haciendo este recorrido machadiano es porque quiero
hacerte caso, alejarme de ti. No me perdonaría nunca
el haberte hecho algún daño en tu honra o en tu
pensamiento. Quiero recordarte siempre tan pura como
te conocí. Sabes que te amo hasta lo más profundo de
mi alma pero que no romperé nunca ñas vallas de
alambres de púas que nos separan como un increíble
muro de la vergüenza absolutamente nuestro, pro
completo desconocido para los demás. Recuérdame como
un amante fiel, platónico a la fuerza, y no dejes de
amar a tu esposo ni un instante. No te negaré que me
despierta de noche el tormento de pensar que en tus
entregas legítimas al hombre que comparte tu cama
conyugal haya un recuerdo de nuestros encuentros en
las adelfas del Puente de Hierro que pueda
lastimarte.
Pero hemos de resignarnos. Estas fichas te servirán
de algo o de nada, pero en ellas va un rescoldo de
mi cariño que como en el brasero tradicional de
cisco picón, apenas lo remuevas despedirá chispas y
ofrecerá como una granada recién abierta su corazón
al rojo vivo, mi propio corazón. La última ficha
tenía el número ocho. Ña primera de hoy es la número
nueve. "De nuevo el tren en la vida de Antonio
Machado, llevándole por toda la Andalucía baja, de
Puerto Real a Sanlucar, de Sanlucar a Sevilla".
Supongo que te será fácil imaginar este viaje, y te
dará oportunidad en uno de tus paseos con los chicos
de la Escuela para que conozcan y amen el tren, de
explicarles cómo eran aquellos trenes, aquellos
vagones de tercera, aquellas estaciones
ferroviarias. Si puedes, al hablarles de Machado,
háblales de mí, poeta desterrado y atormentado por
culpa de un amor imposible, en el que tú eres la
imposibilidad.
Ficha décima: "Machado conoció en su Fonda de Baeza
a un viajante de relojería llamado Monterrey, con
quien hizo amistad, y habló muchas veces de todo lo
que podía hablarse entre dos personas tan distintas.
Monterrey era amigo de la Poesía y Machado le
hablaba de ella. Es lícito suponer que hablarían de
los viajes del viajante. Y si fue así, ¿cómo iba a
estar el tren ausente de la conversación? Sería un
buen ejercicio de redacción para tus chicos el
rehacer las conversaciones del viajante y sus
alusiones al ferrocarril. Te cedo la idea".
Ficha número once: "La llegada a Segovia, destinado
al instituto. El viaje en tren. Final de trayecto,
el 26 de noviembre de 1919". Ficha número doce, que
puede estar integrada en la anterior: "Cada sábado,
el poeta dejaba Segovia, para regresar los lunes.
Llegaba a la estación, a veces después de larga
caminata, rodeado de sus amigos, que lo empujaban al
destartalado vagón de tercera del tren de la tarde
que bajaba a Madrid. Durante una gran parte del año
se repetía esta escena cada semana". ¿Dónde habrá
acabado sus días aquel, o aquellos, vagones de
tercera que tanto llevaron y trajeron al poeta de
Segovia a Madrid y viceversa? "Te dejo un margen de
posibilidades de meditación en el binomio
"tren/Machado". Valdría la pena reconstruir sus
andanzas ferroviarias en aquella época y aquel
camino.
La ficha número trece es un poema:
"El tren, ligero,
rodea el monte y el pinar; emboca
por un desfiladero,
ya pasa el borde de tajada roca,
ya enharca, enhila o su convoy ajusta
al serpear de su carril de acero.
Por donde el tren avanza, sierra augusta,
Yo te sé peña a peña y rama a rama...!
Es muy hermoso el poema, y pienso que en los
despachos de los altos ejecutivos ferroviarios
debería estar este canto al tren como un homenaje al
poeta que tanto viajó en él que llegó a conocerse el
camino peña a peña y rama a rama.
Ficha número catorce: "Guiomar ordena y manda en el
corazón de Antonio Machado. Como un adolescente, el
poeta pasa y pasa una y otra vez por delante de la
casa de la amada. Un día que viajaba en el tren,
escribió este poema, breve como una copla de soleá:
"Hora del último sol.
La damita de mis sueños
Se asoma a mi corazón".
Está escrito camino de Segovia para Guiomar, acaso
mientras levantaba la vista del papel en que
escribía los tres versos reconocía como a viejos
amigos que le saludaran a las peñas y a las ramas,
que siempre eran las mismas para él". Nunca hemos
hablado del tema: ¿Quién sería Guiomar? Esto he
leído sobre ella: "Su nueva amada era Guiomar, en la
vida real P. de V. ¿Quién era? Había nacido en
Madrid en el seno de una familia rica y de alcurnia.
Quedó huérfana de padre a los cuatro años; recibió
una educación esmerada en el Sagrado Corazón, de
Chamartín. Vivía en la Capital, pero pasaba las
temporadas de verano en Montilla (Córdoba). Casó
cuando tenía veinte años y tuvo tres hijos. "Era
escritora". Le regalo la información. ¿Te recuerda
algo, cualquier cosa, un sitio, una persona, un amor
imposible? A mí me recuerda tantas cosas...
Ficha número quince: "Se acerca el final, y el tren
está junto al poeta. La guerra civil es ya franca
derrota pata el Ejército de la República. Las
fuerzas nacionalistas estaban a punto de cortar el
camino Valencia-Barcelona. A Valencia fueron a
buscarle algunos amigos. Y le encontraron en la
Estación. Como un símbolo, la Estación, el tren, el
vagón de tercera. Dicen que le encontraron viejo y
enfermo. La arterioesclerosis había hecho estragos
en su organismo. Pesado, congestionado, arrastrando
las piernas. Pero siempre sus ojos llenos de luz, de
bondad y de nobilísima inteligencia". Esta ficha
está cargada de tristeza. Lo siento. Te dejo en
libertad para comentarla con tus alumnos.
Ficha número diez y seis: "Como si el tren hubiera
querido serle fiel hasta el final, cuando en los
últimos días de enero de 1939 es abandonado con su
madre y sus amigos en la carretera, porque la
columna de vehículos es interminable y no puede
avanzar, Antonio Machado pierde un pequeño y frágil
maletín, que se llevó al fondo de un barranco
versos, apuntes, notas, y los retratos y cartas de
Guiomar. El tren nunca le hubiera gastado tan
tremenda broma, y con seguridad, el maletín de su
vagón de tercera. No le habría dejado el tren en
mitad del campo abandonado, y aunque fatigosa y
hambrienta de carbón, no habría faltado una vieja
locomotora que le llevara hasta la frontera,
antesala de su muerte".
Última ficha: "Es como un milagro. El tren siempre
esperándole. Ya estaba en Francia su madre y él. El
poeta sólo llevaba encima diez pesetas. Iba a
cumplirse su profecía poética: "Y cuando llegue el
día del último viaje/ y esté al partir la nave que
nunca a de tornar/, me encontraréis a bordo, ligero
de equipaje/, casi desnudo, como los hijos de la
mar". En el despacho del comisario francés, el poeta
y su madre comieron casi de limosna pan y queso, y
como en Cerbere no encontraron hospedaje, madre e
hijo durmieron en un vagón de ferrocarril. Es
tremendo, ¿verdad? Sólo faltó para redondear el
milagro que Machado hubiera muerto allí, en el vagón
de tercera. Total, era ya cuestión de días. Moriría
en Colliure el 22 de febrero, y su madre, el 25".
Adiós, Guiomar, te escribiré cuando pueda. La
historia de Antonio Machado me ha entristecido.
Tengo ganas de llorar.
Te quiere hasta lo más hondo de su alma, tu
Antonio.