Page 41 - Premios del Tren 2023
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hora  y...  Tendrán  hambre  o  barruntarán  la  comida,  qué  sabe  una.

                Hay que echarles algo si una no quiere volverse tarumba, ya ve us-
                ted. Barruntan el miedo, eso es lo que les pasa. No se hartan ni en un

                verde, esos bichos. Un día nos van a comer vivas a nosotras, figúre-

                se,  ya  me  lo  estoy  figurando.  Roen  hasta  las  piedras  y  los  huesos.
                ¿Las  piedras,  los  huesos?  Como  se  lo  digo.  Todo  lo  que  alcanzan,

                mire usted. Pero dígame, aquel hombre... Dijo que se le hacía tarde y

                que esa misma noche... Que aquella noche ¿qué? No, sólo dijo eso,
                que aquella noche y se levantó de esa silla, señor, se sacudió el ca-

                chino chambra, porque llevaba una chambra fina, medio rota ya, y

                enseguida hizo como que se iba. Un poleito, eso sí, que eso levanta el
                ánimo de un muerto, le dijimos. Y se lo tomó. Figúrese. Y en las co-

                chiqueras esos guarros todo el rato gruñe que te gruñe, como si estu-
                vieran  desmalladitos  vivos.  Ya  me  figuro,  ya.  Usted  es  hombre  de

                mundo y sabe cómo son estas cosas. Toda esa escandalera y nosotras

                antes de marcharse que, hombre, por dios, que se tomara un agüita
                de poleo que nosotras hacemos, ya ve usted, para que el cuerpo le

                fuera entrando en caja. ¿Para qué vino entonces? ¿Y qué sabemos no-
                sotras? Vino y ya está. Él sabría sus cuentas. Nosotras lo miramos,

                sólo eso. Vosotras, quiénes. Pues nosotras, la Jacinta y una servidora,

                quiénes íbamos a ser. Pero... Tenía las botas polvorientas y los calzo-
                nes remendados, eso sí. Un pobre, como todos. Llevaría padecido lo

                suyo. Eso lo llevaba pintadito en la cara. Con esas botas polvorientas

                y resecas de no haberles pasado ni un cacho de tocino rancio por lo
                alto, figúrese. Y los ojos de no haber dormido o andar por esos cami-

                nos espantando el sueño. Será la conciencia. Puede ser, la conciencia.

                La conciencia, la cosa esa que se encebica en una, como un runrún
                que sigue ahí jerre que te jerre, si lo sabremos nosostras. Le dijimos

                que por qué no se echaba una cabezadita, total, había día para todo y
                ningún camino se cierra por la noche. En el cuarto de las pilistras se





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