Page 19 - Premios del Tren 2023
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un poco más que los otros, el que recibía mejor mercancía, el impasi-

                ble e impenetrable, el que negaba un gramo al que no podía pagarla,
                el astuto al que nunca sorprendían las redadas, el que recibía y de-

                volvía las cuchilladas, el guapo endurecido al que rendían sus cuer-

                pos las tristes princesas que rondaban almas perdidas como la suya.
                     Fue una de esas mariposas de vuelo frágil quien lo llevó a la gua-

                rida del que llamaban Rosino, una mala pieza que hacía dinero en la

                ciudad  sobornando  y  explotando  a  quien  convenía,  mercadeando
                con lo que fuera, droga o mujeres, daba lo mismo, trataba a las dos

                con la misma despreciable indolencia.

                     -¿Es de fiar? –había preguntado el gordo Rosino, hundido en un
                butacón de cuero, el vientre de cachalote hinchado como un globo,

                los ojos de zíngaro o turco, o árabe, mirándote desde el mismo in-
                fierno, y la voz áspera del que manda, del crápula, del que dice poco,

                del que ordena y sentencia.

                     Cuando lo tuvo delante, a dos pasos de sus ojos surcados de des-
                confianza y de mala sangre, le habló del honor y de las pelotas; le

                dijo, es lo único que pido, quien me falta a lo primero, pierde lo se-
                gundo,  no  hay  otra  ley,  entiendes,  y  él  supo  callarse  y  asentir,  tan

                poco acostumbrado a la sumisión, y le ofreció las dos cosas sobrada-

                mente, un servicio leal en la calle y coraje para dejar las cosas en su
                sitio  cuando  se  daba  el  caso,  “los  tiene  bien  puestos”,  había  dicho

                Rosino alguna vez, porque el Moreno se hacía notar poco, callado y a

                lo suyo, hacía cuando tocaba y hablaba lo justo para hacerse enten-
                der, en ese lenguaje que hasta los más lerdos conocen, me fallas lo

                pagas, así hasta que llegó a oídos del Moro, hay por ahí uno que co-

                noce el paño, le dijeron, lo llamó, lo miró y lo remiró, le habló y escu-
                chó sus silencios, su hondo orgullo de lobo solitario y confió en él, lo

                adiestró en las turbiedades del negocio del contrabando, de los ali-
                jos, de las corrupciones policiales, de las mentiras y traiciones de los





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