Page 23 - Premios del Tren 2023
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tar, y más de cuatro horas por delante, rumiaba a solas, ya les dije

                que vinieran a recogerme, que mandaran a otro, una noche en vela
                en la estación, no era fácil trabajar así.

                     -No pareces de Granada –dijo él, y ella se sobresaltó, sumida en

                sus cavilaciones. Ahora resulta que quiere pegar la hebra, se dijo, de-
                bería callarme, decirle “como quieras” y mirar para el otro lado. Pero

                cedió, mejor no fastidiarla, tampoco le agradaba la perspectiva de un

                viaje  tan  largo  en  el  hosco  silencio  del  compartimento,  no  quería
                nada salvo escuchar otra voz después de dos días de caminar, comer

                y dormir sola por una ciudad que no era la suya, o de haber hecho

                todo eso con Gómez, que era como estar sin nadie, tan recto y seco,
                ahora sentado un par de filas más atrás, en el mismo coche, los ojos

                clavados en su espalda, ella necesitaba lo áspero de la vida, buscar
                en  una  existencia  agitada  la  calma que  faltaba  en  su interior,  se lo

                dijo a Gómez, tú quédate ahí.

                     Le contó al Moreno las cosas menudas que se comparten con des-
                conocidos, los datos personales a los que cualquiera podría acceder,

                la edad, la familia, una ocupación laboral, sin precisar qué se hace en
                realidad, falseando lo que no conviene desvelar y, a medida que el

                altivo patán se iba descubriendo menos salvaje de lo que había sos-

                pechado, le fue abriendo pequeñas rendijas de su intimidad, orificios
                mínimos por los que dejaba escapar breves rayos de verdad. Cuando

                él contó que habían enterrado a su madre la tarde anterior, ella sintió

                que los dos necesitaban ser escuchados, recibir la mirada y la caricia
                de alguien a quien no íbamos a volver a ver, desnudarse delante de

                quien nunca nos avergonzaría ante otros porque sólo había entrado

                en nuestra vida por unas horas. Había fragilidad detrás de los ojos
                felinos del Moreno, de su piel curtida, de la fortaleza y el valor que

                desprendían sus brazos y su mirada. Fue una buena madre, dijo él, y
                me habría gustado poder decírselo, que la quería más que a nadie en





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