Page 24 - Premios del Tren 2023
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este mundo, a pesar de haberle roto el corazón con su vida azarosa.

                Ella escuchaba con atención, dejando que el Moreno recorriera su pa-
                sado, primero con pudor, luego con la imperiosa necesidad de arran-

                carse de las entrañas aquel regusto amargo de quien ya no se siente

                orgulloso de sus errores. Ella le contó que su herida era un hermano,
                veinte años de nada tenía cuando lo encontraron tumbado en el ca-

                llejón, los brazos comidos a picotazos, la jeringuilla en las venas azu-

                les y abultadas. Mala cosa la droga, musitó él, pero qué sabía ella, se
                dijo, él la llevaba y la traía, no podía pararse a pensar en todos los

                eslabones  de  la  cadena,  en  cada  uno  de  los  que  caían,  ni  siquiera

                ahora  que  habían  interceptado  el  último  alijo,  camuflado  en  fruta
                tropical,  que  le  iba  a  costar  un  disgusto,  o  puede  que  la  misma

                sepultura.
                     Al cabo de otra hora de surcar ondulaciones de olivares, el tren

                efectuó una parada de veinte minutos en una modesta estación de

                pueblo.  Los  dos  bajaron  al  andén  a  estirar  las  piernas,  acariciados
                por una brisa cálida, con el crepúsculo desvaneciendo el horizonte

                por encima de las casas y los campos en penumbra, el Moreno y la
                mujer  mantenidos  a  distancia  por  unos  breves  minutos  hasta  que

                ella se arrimó a él con un cigarrillo en la mano, ¿tienes fuego?, y él

                sacó el Dupont dorado y se lo acercó a los labios, bonito, opinó ella,
                mirando  aquel  objeto  de  lujo,  siempre  quise  tener  uno,  confesó  él,

                hace que te sientas bien cuando lo tienes en la mano, ella hizo un

                gesto  leve  de  asentimiento,  yo  lo  que  he  querido  siempre  es  tener
                una casa con piscina y un perro para guardarla, no parece mucho,

                señaló él, para mí sí, y luego añadió que solo era una fantasía de tan-

                tas, que, en realidad, era mejor lo que tenía ahora, un apartamento
                del tamaño de una caja de zapatos, fácil de cuidar, los ricos y sus lu-

                jos solo eran mejores cuando se los veía desde fuera, cuando te acer-







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