Page 74 - Premios del Tren 2023
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todo. No permitas que te influya. ¡Vamos!

                     ¡Controla la situación! ¡Cómo siempre! Verás como todo tiene una
                explicación racional. Probablemente, tuviste un mal sueño, fruto de

                la impresión y el cansancio– Antes de entrar, se permitió una última

                arenga –¡Vamos Alfredo! ¿Quién dijo miedo?– y entró.
                     Confirmando  la  teoría  del  mal  sueño,  el  compartimento  estaba

                vacío. Todo en orden y cada cosa en su sitio. Encima del asiento, su

                maletín de piel; en la mesita, la botella de agua sin una gota; su cha-
                queta, colgada en la percha plegable que siempre viaja con él. Suspi-

                ró aliviado –¡Aquí no hay nadie!– Dijo casi gritando para convencer-

                se. Se remetió la camisa y se arregló el nudo de la corbata. Al colo-
                carse el pantalón, hurgó en los bolsillos y rescató el pañuelo mancha-

                do de sangre. Empezó a deambular por el reducido espacio y recor-
                dó haber sufrido un ataque de pánico real. Se detuvo, a fin de hacer

                memoria y recapitular: se despertó de madrugada aterrado por una

                pesadilla  y  salió  precipitadamente  al  lavabo  medio  sonámbulo.  La
                angustia incrementó la urgencia de mojarse la cabeza y en ese ajetreo

                estrelló la boca contra el grifo rompiéndose el labio. Recordó que tras
                agotar las servilletas de papel usó su pañuelo para limpiarse. De ahí

                la sangre. Abrió el puño y contempló el pañuelo, lo retuvo un instan-

                te... Resolvió arrojarlo directamente a la papelera. Asunto aclarado.
                     Sin más dilación, curvó el cuerpo hacia delante y, con ambas ma-

                nos, se atusó el cabello, intercalando los dedos con soltura. Al ende-

                rezarse, sintió que un seísmo viscoso y lento, se propagaba de a po-
                quito, como un solapado veneno, fragmentándole por dentro. Ines-

                peradamente empezó a temblar.

                     Descolgó la chaqueta de cuajo y, lo vio. Estaba escondido en la
                percha plegable que siempre viaja con él. Mientras lo observaba hip-

                notizado, recuerdos deshilvanados emergieron de improviso asaltan-
                do su memoria y la teoría del mal sueño se esfumó.





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