Page 52 - Premios del Tren 2023
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pone a contar penas y no hay día para acabarlas todas, así que mi Ja-

                cinta, pobrecilla, después de aquello se lleva todo el santo día bus-
                cando yerbas y secándolas. Ella sabe si son buenas para la barriga,

                para el mal de ojo, para las sebaduras, para la pasión de ánimo, para

                coger el sueño o para el dolor de muelas. Esas cosas. Espere que sólo
                es un momento. Es romper a herventar y ya se la pongo. Cosa de un

                minuto, verá qué bien le sienta. Pero si quiere echarse un rato, ahí

                tiene un cacho cuartino. Muchos llegan y se echan una migaja. Luego
                cogen y se van. Es que me va a pillar la noche.

                     ¿No será usted del mismo mismo Gobierno? ¿Por qué me lo pre-

                gunta? Porque no lleva usted ropas del Gobierno, pero si es del Go-
                bierno  dígales  que  aquí  nos  tienen  muy  olvidadas.  Antes  llegaban

                los cobradores pero ya ni siquiera ellos llegan. Tampoco tenían mu-
                cho que cobrar, eso sí. Dos gallinas viejas, un conejo, una joía gavilla

                de centeno. Llegarán, se lo prometo, como he llegado yo. Quiéralo

                Dios y la Virgen, que aquí andamos perdidas con estas gallinas, estos
                guarros y estos enredos, cada vez peor, cada vez más solinas y más

                lejos. Pero diga, diga, a que le está sentando bien esa mijina de poleo.
                Está rico, sí. Con su cucharadita de miel de nuestros tagarros y con la

                cosa del campo. Una gloria. Pero ve, también usted cierra los ojos. Se

                ve que viene cansado de tanto camino. Debió ser por el agua de anís,
                enseguida me repongo y me voy. Ande, háganos caso y échese una

                mijina. Cosa de cerrar los ojos y volverlos a abrir. Una cabezada. Me-

                dia horita... ¡Oiga! ¿Le ha echado usted algo a las flores? De pronto...
                ¿Echarle? ¿Qué le iba a echar una pobre vieja? ¿Usted? ¿Nosotras?

                ¡Válgame Dios!, ¿y qué le íbamos a echar nosotras?, dígame. Sí, us-

                ted, ¿dídigame qué lele ha echado a esta tataza? Miiiire que vengo de
                paaarte del Gobieeerno. ¿Nosotras? Perdone, pero es que me ha ve-

                nido el sueño de golpe. ¿Ve?, ¿qué le hemos dicho? Échese una miji-
                nina. Por qué gruñen todo el rato esos cerdos. ¿Los guarros? Bah, no





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