Page 57 - Premios del Tren 2023
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peranza. Entonces, una vez reducidos los argumentos verbales ―la
nieve habla un lenguaje muy distinto al de la tierra caliente, la nieve
ablanda los sentimientos, lo comprobé en otro viaje, está vez de ocio,
a la Europa Septentrional―, imagino que estoy dentro de alguien
que dormita bajo los efectos de algún somnífero, y consigo
sosegarme.
La niña que viajaba en la parte trasera del vagón, entre soñadora
y resuelta y consciente de lo que podía alcanzar por sus gracias, con
insólita seguridad en sí misma, ataviada con un lazo infantil con el
que recogía su pelo, igual que las muñecas de porcelana, comenzó a
cantar en voz alta canciones como si estuviera en una excursión esco-
lar o en una fiesta de cumpleaños, con una inflexión sutil y una sen-
sación de triunfo contagiosa, alentada por su diligente madre de for-
ma abusiva incluso para una maestra de escuela, que intentaba así
disimular su impaciencia. Yo solo veía su cabeza desde mi asiento,
pero sus amaneramientos provocaron sonoras carcajadas a quienes
estaban sentados a su lado. La canción tuvo un efecto desinhibidor
que animó a los más viejos, las parejas de ancianos, muchos de ellos
ataviados con equipamientos deportivos, mientras que otros vestían
camisas vaporosas de verano y chaquetas ligeras que viajaban con
destino a la costa mediterránea subvencionados por el INSERSO, a
sumarse a los cánticos.
Fue un chico con cara de avispado y hermosos ojos saltones
quien, sentado dos filas más adelante, tiró de las mangas de camisa
de su padre, un hombretón barbudo que infundía respeto y que, lo
comprobé unos segundos después, hacía gala de una forma de ha-
blar lenta y mesurada ―estiraba las vocales hacia arriba, no sin es-
fuerzo, como quien sube por una escalera― y se reía con facilidad,
como si los propios asuntos de la existencia fueran solo una broma
bien elaborada, y llamó la atención de todos nosotros con sus gritos:
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