Page 31 - Premios del Tren 2023
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pasear arriba y abajo, cada vez más nervioso e impaciente, hasta que
por fin oí llegar el tren.
Una vez en el vagón, busqué un asiento de ventanilla desde don-
de poder divisar el mar cuando llegáramos a la costa: un pequeño
placer para compensar la inquietud y las molestias que el asunto me
estaba ocasionando. Una vez acomodado, me sentí algo mejor. A pe-
sar de lo poco que he viajado, siempre me ha gustado viajar en tren;
sobre todo si se puede ir, como decía el poeta, ligero de equipaje. Y
como me iba sólo por unas horas, no llevaba más que lo habitual en
los bolsillos —la cartera, un pañuelo, las llaves de mi casa, un paque-
te de cigarrillos y el mechero— y en la mano los dos periódicos que
acababa de comprar, junto con una cajetilla de caramelos, para matar
el tiempo. Porque sabía que el viaje se me haría largo, no tanto por-
que fueran muchos los quilómetros a recorrer —a lo sumo, unos dos-
cientos— sino por la impaciencia y el desasosiego.
Viendo desfilar los últimos suburbios —cuánta fealdad y cuánta
desolación, allí donde la ciudad pierde su nombre junto con su con-
tención y su figura— no pude evitar acordarme de la última vez que
había realizado aquel mismo recorrido. Última que había sido, a un
tiempo, la primera. Fue cuando, recién aprobadas las oposiciones a
un cuerpo de la administración, se me destinó a una localidad más al
sur, cercana a Villamarina, unos quilómetros al interior. Pero no me
proponía recordar, de manera que abrí uno de los periódicos y me
puse a ojearlo, sin mucha concentración. Enseguida me dije que hu-
biera sido mejor comprar una novela policíaca, que como de costum-
bre las noticias carecían de interés, que eran siempre más de lo mis-
mo y poco ayudaban a distraer los pensamientos. Y más cuando és-
tos, por alguna razón, se obstinan en dar vueltas alrededor de un
único punto, precisamente el que más querríamos evitar. Volví a mi-
rar por la ventanilla. Me dije que la ciudad había crecido, tal vez de-
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