Page 210 - I Concurso literario Miguel delibes
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1 Certamen
Literatura Infantil
Miguel Delibes
Se sentó enfrente y me pidió perdón con una voz muy grave, tan grave Esperé a que mirase a algún ángulo muerto desde el cual no pudiera verme.
que empecé a notar una sensación de miedo e inseguridad que recorría todo Cuando eso sucedió fui lo más rápido que pude a sentarme en un asiento
mi cuerpo. desde el que el cuál no me viera, pero lo suficientemente cerca como para
poder escucharle.
Intentaba no mirarle, la tentación era demasiado grande. Pero si dentro
de mí había una emoción que sobresalía sobre las demás, esa era el miedo. Sentía una fuerte sensación de adrenalina. Por un momento pensé que era
Apoyé mi brazo en la pared y contemplé el paisaje hasta que mis párpados un gran espía que se encontraba allí para derrocar a un grupo de malhechores.
se cerraron y caí en un profundo sueño del que tardé dos horas en salir. El hombre había llamado a alguien. Me esperaba que aquel alguien, pudiera
Cuando desperté, lo primero que vieron mis ojos fue a aquel maleante ser algún mafioso peligroso, pero no resulto ser así. Esperaba que entablará
sacando sus sucias manos del bolso de la señora que estaba sentada enfrente algún tipo de conversación a través de su moderno móvil con un desconocido
de mí. El muy descarado le había quitado el móvil y la cartera a la inocente interlocutor (para mí) y que yo no comprendería; sin embargo no podía
señora. Aquella señora que debía superar los 80 años, era una anciana estar más equivocado. Jamás se me habría ocurrido cuál era la verdadera
indefensa: pelo gris, arrugas, con muchas perlas a modo de adorno y un situación.
pintalabios color carmesí que resaltaba sus labios.
- Los tengo, el monedero y el móvil. - le dijo el hombre a su compañero
Quería ver cuáles eran las verdaderas intenciones de aquel ser tan variopinto. que se encontraba al otro lado del teléfono.
Esperé unos treinta segundos a que se fuera. Y ahí es cuando comencé a
seguirlo. - ¿Has comprobado que son suyos? - preguntó el otro hombre. - Después
de todo lo ocurrido, ya no me fío.
Fue recorriendo los vagones del ferrocarril hasta llegar al que menos gente
albergaba. El hombre sacó del monedero de la anciana un DNI gracias al que verificó
que aquello era posesión de María Consuelo de la Fuente.
Se había sentado en el asiento más alejado. Su mano sostenía un teléfono
azul, notablemente más moderno que el viejo y desgastado móvil negro de - Sí, es suyo, no hay duda.
la anciana. ¿A quién se lo habrá robado? - pensé.
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