Page 59 - Premios del Tren 2023
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vulnerable, lo que hace que afloren en mi interior antiguas desave-

                nencias con mi forma de asimilar los contratiempos.
                     Pasan los minutos. No hay indicios de movimiento. El tren pro-

                longa su parada en la estación. En el andén descansa la cadena de

                vagones igual que la paralizada trompa de un elefante adormilado.
                Se percibe solo un movimiento ligero, desacompasado, bajo esa luz

                artificial que ilumina las cosas de forma objetiva, el de mis manos es-

                cribiendo, y se abre paso a través de las líneas, olfateando la hume-
                dad de la niebla que se aproxima, como en el poema de Auden. No

                hay motivos, todavía, que nos persuadan de que lo sucedido haya

                sido fruto de un conjunto de adversidades, pero me gustaría pensar
                que ha sido ocasional, pongo mi voluntad en ello, por eso, una vez

                calmado, aplacado el descontento, podría quedarme aquí el resto de
                mi vida, ahora que he encontrado el equilibrio entre mis propias ne-

                cesidades y su negación. Respiro hondo, aunque, cuando las puertas

                se abren de par en par sobre sus goznes, me doy cuenta de que debo
                salir, tocar con los pies, ya muy hinchados y doloridos por el seden-

                tarismo, el duro suelo, estirar las piernas y patear el embaldosado, a
                pesar de ser un día bochornoso en el que la severa luz del sol rever-

                bera sobre el balasto pastoreado por serpientes y el ruidoso ―sirenas

                de ambulancias, de coches de bomberos a lo lejos― y congestionado
                vestíbulo ―viajeros indignados y patrullas de policías para abortar

                cualquier  indicio  de  amotinamiento―,  y  no  pueda  relacionarlo  en

                absoluto con la desnudez del secarral que había visto solo una hora
                antes desde la ventanilla, algo que me parecía ahora solo un recuer-

                do nostálgico y ya poco fiable, y aunque ignore si escucharé o no de

                algún responsable una declaración de culpabilidad, me lo tomo muy
                en serio porque me pone en contacto con las condiciones materiales

                en las que se desarrolla mi vida y, además, el memoralista que no
                soy puede dejar constancia de un suceso anecdótico, de una fecha,





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