Page 58 - Premios del Tren 2023
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«Mira, mira», dijo, mientras con el dedo índice señalaba a una rapaz

                majestuosa, conquistadora, que mi ignorancia en cuestiones cinegéti-
                cas me impidió distinguir, la cual portaba entre sus garras un pesado

                roedor sobrevolando con dificultad un  mosaico de árboles, álamos

                de troncos rugosos, inclinados por el azote constante del viento, hen-
                didos por profundas cicatrices hasta su misma cumbre, álamos huér-

                fanos que al caer la noche de nuevo estarían cerca de las estrellas,

                álamos que crecieron sin límites junto al cauce de un arroyo ahora
                seco, pero caudaloso que renacerá en cuanto caigan las primeras llu-

                vias que fertilizarán las semillas, y tan desmesurados fueron los gri-

                tos y los aspavientos que hasta los industriosos pasajeros trajeados
                dejaron a un lado los portátiles, se liberaron de los auriculares y se

                asomaron a las ventanillas como los demás. No tardaron mucho en
                mezclarse en la memoria de algunos de ellos imágenes de su infancia

                en el campo con las de antiguos documentales televisivos del intré-

                pido Félix Rodríguez de la Fuente.
                     El pasado está hoy presente, percibimos su peso en nuestros ac-

                tos. La luz de la inminente primavera se extendía ya por el horizon-
                te, más allá de donde alcanzaba la vista. Esa sensación de libertad

                me recordó, quizá por la desnudez de la naturaleza, los días en la

                playa el pasado verano nadando incansable hacia mar adentro hasta
                convertirme en un punto apenas visible desde la orilla, y el colorido

                de las plumas de la rapaz batidas por el aire a las pecas de un cuerpo

                bronceado ondeando en un cartel publicitario. Sin embargo, no tar-
                damos  en  mucho  en  adentrarnos  por  los  suburbios  de  la  pequeña

                ciudad en cuya estación cambiaríamos de tren. Mientras escribo so-

                bre este suceso que alteró mis planes de manera irreversible, surgen
                ideas que no puedo articular por ser descabelladas, pero esa es mi

                manera de quejarme por el incidente, y toda queja hecha pública, lo
                sé bien, revela la verdadera ideología de quien la redacta. Me siento





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