Page 244 - I Concurso literario Miguel delibes
P. 244

1   Certamen


              Literatura  Infantil


                Miguel Delibes












                              debajo. Con el pánico escrito en los ojos de Pablo y su mirada fija en mí,                                                                                                                                                                   le dijo: ‘Te voy a enseñar lo que llevo en mi maleta, pero sólo porque me


                              entendí que mi hermano no estaba y, en su lugar, sólo encontramos los dos                                                                                                                                                                    pareces un niño muy inteligente y sé que no se lo enseñarás a tu hermana


                              candados. Empezamos a buscarle por el tren, pasando de vagón a vagón,                                                                                                                                                                        y a sus amigos hasta que yo me baje en mi parada. Así, espero que ellos


                              miramos por todos los sitios una y otra vez. La desesperación se apoderaba                                                                                                                                                                   aprendan la lección de no llevar su curiosidad hasta el punto de invadir la

                              de todos nosotros. Mis ojos se inundaron de lágrimas convencida de que                                                                                                                                                                       intimidad de una persona y valerse de un niño tan pequeño y guapo como


                              aquella señora se le habría metido en su maleta y se le habría llevado a algún                                                                                                                                                               tú. Hay un asiento en ese vagón de ahí que puedes utilizar’. El libro resultó


                              lugar oscuro. Mis amigos me consolaron y decidimos buscar nuevamente por                                                                                                                                                                     ser un comic de Spiderman y cuyo contenido mi hermano había devorado en


                              si Hugo seguía aún en el tren. Ángela llevaba razón, Hugo era tan delgado                                                                                                                                                                    escasos minutos. Me contó que la extraña mujer se llamaba María José y

                              que perfectamente podía encontrarse en cualquier rinconcillo. Reanudamos                                                                                                                                                                     que llevaba su maleta repleta de novelas, comics, revistas, cuentos… todo


                              la búsqueda, pero no hubo suerte. De regreso a nuestro vagón y con las                                                                                                                                                                       tipo de libros. Despertó en mi hermano una gran simpatía, algo recíproco


                              lágrimas ya invadiendo nuestra cara, intentaba encontrar las mejores palabras                                                                                                                                                                porque le dejó escoger, entre todos sus libros, el que más le gustó.


                              para explicar a mis padres cómo me había llegado a meter en un problema


                              de esas dimensiones y, mucho peor, cómo había sido capaz de involucrar a mi                                                                                                                                                                  Sin darnos cuenta, las paradas de Puertollano y Córdoba habían quedado


                              hermano pequeño en todo ello. Cuando llegamos a nuestros asientos, decidí                                                                                                                                                                    atrás y el anuncio de la llegada a Santa Justa era ya todo un hecho. Como

                              esperar tres minutos, coger aire para intentar que las palabras que iban a                                                                                                                                                                   esto no podía quedar así y necesitábamos tiempo para comentar lo ocurrido,


                              inculparme delante de mis padres fueran comprensibles.                                                                                                                                                                                       quedamos al día siguiente en el parque de María Luisa en Sevilla. La aventura


                                                                                                                                                                                                                                                                           vivida hoy en el tren había llegado a su fin. Jamás hubiese imaginado que


                              Levanté mi cabeza para, a continuación, levantar mi cuerpo y vi a lo lejos la                                                                                                                                                                la idea de mis padres para viajar en tren ocasionaría en mí esta montaña

                              silueta de mi Hugo corriendo hacia mí con un libro en una de sus manos. Los                                                                                                                                                                  rusa de emociones que quizás no vuelva a sentir ni en el mismísimo Parque


                              nervios no nos habían dejado pensar que el tren no sólo tenía vagones por                                                                                                                                                                    Warner de Madrid.


                              detrás del que nosotros ocupábamos si no que aún había tres vagones más


                              en la parte de delante. Le abracé con tanta fuerza que se le cayó el libro


                              al suelo.  Me contó entusiasmado como aquella mujer le había pillado cuando

                              intentaba ya meter su mano en la maleta, cómo había sido capaz de abrir


                              los dos candados y cómo la mujer aceptando la chiquillada de mi hermano







                244                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                     245
   239   240   241   242   243   244   245   246   247   248   249