Page 146 - I Concurso literario Miguel delibes
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1   Certamen


              Literatura  Infantil


                Miguel Delibes












                              que alguien le dirigía la palabra. Aunque era muy maleducada, no dejamos                                                                                                                                                                     DESTINO BORA-BORA.


                              que eso afectara nuestro ánimo. Cuando bajamos del avión, mi madre dijo


                              que se parecía un poco a Shrek, pero yo le veía más cara de capitán Garfio.                                                                                                                                                                  El  tren arrancó  violentamente y todos  los  pasajeros  miraban por las


                                                                                                                                                                                                                                                                           ventanillas. Era fascinante contemplar un tren sumergiéndose en el océano


                              Allí cenamos un asado típico de la zona y dormimos en un hotel que olía                                                                                                                                                                      rodeado de un túnel de cristal. Por dentro, el tren era como cualquier otro

                              a detergente de lavanda para recuperar fuerzas. Al día siguiente fuimos de                                                                                                                                                                   tren en el que hubiera viajado.


                              nuevo en taxi hasta la parada del tren y al llegar mi madre se dio cuenta


                              de que se había dejado los billetes en el hotel. No os imagináis cómo de                                                                                                                                                                     Los asientos, aterciopelados y de un intenso color rojo, estaban enfrentados


                              nerviosa se puso. Volvió a por ellos y nos quedamos esperando la media hora                                                                                                                                                                  en pequeños compartimentos semitransparentes, que también contaban con

                              más larga de mi vida a que volviese. Menos mal que habíamos llegado pronto,                                                                                                                                                                  unas literas de sábanas blancas recién planchadas.


                              porque si no, a mi madre le habría dado un patatús.


                                                                                                                                                                                                                                                                           He de decir que me esperaba que el túnel de cristal fuera más estrecho,


                              Entramos en la estación, y al instante vi que todo allá donde miraba estaba                                                                                                                                                                  pero era increíblemente amplio. A través del cristal se podían contemplar


                              hecho con mármol blanco. Casi no podíamos distinguir entre las columnas, el                                                                                                                                                                  corales,  montones de peces tropicales  de diversas  especies, hasta  vi una

                              suelo y la pared y Nicolás se chocó con una columna. Rebotó y fue a parar                                                                                                                                                                    majestuosa y enorme mantarraya que nadaba tranquila y suavemente como


                              a los pies de un hombre con la cara muy redonda y un bigote que se parecía                                                                                                                                                                   si fuera una pluma cayendo al suelo. Observé como se posaba en la blanca


                              al de Camilo. Se puso a gritarle cosas en un idioma que ninguno entendía y                                                                                                                                                                   arena, ahuyentando a un grupo de estrellas de mar que se encontraba por


                              se le puso la cara más roja que un tomate maduro. Mi padre se disculpó en                                                                                                                                                                    la zona.

                              inglés y tratamos de buscar nuestro andén, pero no lo encontrábamos y no


                              podíamos preguntar a nadie porque ninguno de nosotros sabía decir andén en                                                                                                                                                                   Todo transcurría plácidamente. Era la hora de la siesta, pero yo estaba


                              inglés. Para colmo, se formó una aglomeración enorme a nuestro alrededor                                                                                                                                                                     hipnotizada contemplando el  maravilloso  fondo marino que  se extendía


                              y no veíamos más que gente y maletas.                                                                                                                                                                                                        ante mis ojos. De repente, escuché chirriar la puerta corrediza de nuestro


                                                                                                                                                                                                                                                                           compartimento.

                              Cuando por fin la encontramos  el tren estaba  a punto de marcharse  y


                              llegamos por los pelos. En la locomotora se podía ver escrito en mayúsculas:                                                                                                                                                                 Un escalofrío me recorrió la columna vertebral. Por instinto, me hice la







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