Page 7 - Catálogo Caminos de Hierro - 1 Edición
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Prólogo












                                             En el campo cultural de la Fundación de los  Ferroca­  El tren ha superado las fantasías poéticas de Mari netti.
                                           rriles Españoles, referido fundamentalmente a la proyec­  No necesita compararse a la Victoria de Samotracia. Por
                                           ción histórica del ferrocarri I  y a la revalorización de su   sí mismó ha venido a formar parte de esa singular belle­
                                           patrimonio industrial, no podía faltar un lugar para el ar­  za creada por el hombre más allá de las formas y de los
                                           te fotográfico, que ha acertado a fijar, como testimonio   estilos. Schopen hauer decía que el artista intentaba lo­
                                           instantáneo y perdurable, la sugestión y el secreto de los   grar en su obra lo que la naturaleza no había alcanzado
                                           trenes. Ahí está, en ese espacio y en esa intención, el cer­  por el conflicto entre las formas. En las dos exposiciones
                                           tamen fotográfico «Caminos de Hierro» que, a la segun-­  del concurso «Caminos de Hierro» que hemos visto has­
                                           da edición que ahora se celebra,  añade este catálogo­  ta ahora, tengo la impresión de que el tren y sus fotógra­
                                           resumen de la exposición inicial del 86.          fos han cruzado con fortuna esa señal inquietante ... Aquí
                                             En la páginas que siguen, y precedidas de un excelen­  se ha logrado que la mano y el ingenio del hombre ha­
                                           te y original trabajo literario sobre fotógrafos cinemató­  yan añadido un elemento nuevo a la Naturaleza y, de es­
                                           grafos y trenes, de Santiago Amón, se recogen 126 singu­  ta manera,  le hayan dado también un color y un matiz
                                           lares fotografías que perpetúan,  para disfrute de aficio­  distintos. Hay una nueva pieza incrustada en la belleza,
                                           nados al ferrocarril y de amantes de la fotografía, trenes   que le da un realce diferente,  porque se funden en un
                                           de diferentes épocas y en distintos escenarios, atmósfe­  cuadro lo que es espontaneidad natural y fruto de la ela­
                                           ras y momentos de viajes que marcaron la memoria, el   boración de la inteligencia del hombre.  En el tren, en la
                                           detalle preciso y precioso de una locomotora o de una   máquina lanzada a cruzar espacios, túneles, bosques y
                                           vía, el tráfago fugaz y estremecido de las estaciones, los   llanuras, ascendiendo a los montes o avanzando vertigi­
                                           trazos matemáticos de los raíles curvándose en una geo­  nosamente por las laderas, hay una belleza singular que
                                           metría  que se nos ha hecho  familiar.            no pudo sospechar, por ejemplo, la exuberancia de Mi­
                                             Aquel lo de Marinetti, en plena euforia del advenimien­  guel Angel.
                                           to del «futurismo»,  de que una máquina en marcha era   Y de la mano sensible, paciente y audaz de los fotó­
                                           más hermosa que la Victoria de Samotracia,  fue para al­  grafos, aquí están, con su potencia y su esplendor, los tre­
                                           gunos un grito de guerra artística, para otros,  motivo de   nes y  su contorno, el paisaje geográfico y humano del
                                           escándalo ... Estábamos en la época en que Dalí rompía   que forman parte. Aquí están los trenes como expresión
                                           moldes con su surrealismo a ultranza, y los impresionis­  de lo que es capaz  el diseño,  por cierto,  tan en boga,
                                           tas parecían querer alterar todas las normas del arte. En   cuando se pone a dar formas al hierro y a la ilusión de
                                           el corazón de París, que era el centro de los movimien­  haber creado algo tan humano,  tan genuinamente inte­
                                           tos artísticos, al lado del Grand Palais o de la Madeleine,   ligente.  El concurso fotográfico «Caminos de Hierro» que
                                           habían surgido enormes edificios de una armonía nue­  anualmente convoca la Fundación de los Ferrocarriles Es­
                                           va: entre el los, las estaciones ferroviarias. Eran la Gare de   pañoles, es, en realidad, todo esto que acabamos de de­
                                           Lyon, del Quai d'Orsay,  de Austerlitz, la Gare du Nord.   cir:  caminos de belleza e itinerarios de amistad.
                                           Los centros de atracción cambiaron de sitio, y los impre­
                                           sionistas pintaban las estaciones. (Por cierto, Saint-Lazare.
                                           Se me olvidaba la «impresionante» Gare de Saint-Lazare,                      José Luis Pérez Cebrián
                                           de Claude Monet). Habíamos entrado en la época de las
                                           máquinas,  y el símbolo más genuino fue,  desde un co­
                                           mienzo,  la máquina del tren.



















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