Page 11 - Catálogo Caminos de Hierro - 1 Edición
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Su larga  y  densa  memoria  le lleva a recordar,  al paso
                                            del desconsolado tren de mercancías, los amores y amo­
                                            ríos que en otro tiempo compartieron o soñaron el guar­
                                            dafrenos  y la guardabarreras ... ,  y el poeta Manuel Pila­
                                            res, privilegiado oteador de andenes, acertó a llevar así
                                            al verso:  «El tren de mercancías/ salió de la estación/,
                                            humo negro en la máquina/,  luz roja en el furgón/. El
                                            guardafrenos iba/ en su airoso balcón/; llevaba en cada
                                            puente/ ojos de aviador/,  llevaba en cada túnel/ orejas
                                            de ratón/  y en cada junta de raíl/ un andante reloj/. Y
                                            para las guardesas/ llevaba un verde adiós/ de verde ban­
                                            derín/  y  de  verde  farol».
                                              Tal,  me creo,  es el panorama,  el abanico abierto de
                                            par  en  par  al  ojo  diurno  y  al  nocturno  magnesio  de
                                            cámaras de postín y fotógrafos de campeonato. ¿Dónde
                                            se hizo la pátina del tiempo tan líricamente sepia como
                                            en la neblina y la carbonilla, en el incienso del andén,
                                            bajo  la  bóveda catedralicia de  la estación ferroviaria?
                                            En tinta sepia se nos revela la lejana semblanza de Tur­
                                            ner  y los impresionistas,  y la más próxima del futuris­
                                            mo,  como en blanco y negro luce la impertérrita con­
                                            minación de John Wayne al fidelísimo representante del
                                            ferrocarril, la angustia serenísima de Gary Cooper, solo
                                            ante el peligro cronometrado por el reloj de la estación,
                                            la peregrina aventura de  Buster  Keaton,  intrépido ma­
                                            quinista de «La General»,  el devaneo invitante y miste­
                                            rioso de Marlene Dietrich por el pasillo del «Shanghai
                                            Express» ... ,  la peripecia de trenes  y más trenes,  guiño
                                            por  guiño  y  fotograma  por  fotograma.

































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