Page 8 - Catálogo Caminos de Hierro - 22 Edición
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Caminos de Hierro
No puedo evitarlo. El propósito de este artículo no quisiera que fuera la añoranza, pero tengo un impulso irreprimible que
me hace recordar la infancia cuando hablo del tren. Creo que, de alguna manera, nos pasa a todos. Evoca la imaginación,
el sueño, la memoria del ayer, las vías, las estaciones, los guardagujas, los andenes, el tren eléctrico que duerme en el
trastero y ese libro de lectura que teníamos en ingreso de bachillerato: dos chavales que, perdidos, recorrían en tren los
pueblos y nos hablaban de una España destructurada que, en cuanto pudimos, quisimos enmendar y algo, entre todos,
hicimos. No encontré nunca ese libro que fue el que despertó a mucha gente de mi generación a la lectura. Ni se como
se llama, pero le debemos mucho por entender lo que fuimos y por lo que cambiamos. Después de todo, esos chavales
del libro no iban a estar toda la vida de estación en estación.
Y el tren no paró y siguió evocando paisajes y nos enseñó el mundo montándonos en sus vagones o viendo en las
estaciones los “Caminos de Hierro” que año tras año, hace ya la friolera de 22 años, mantienen la ilusión infantil de todos
los niños que fuimos y somos. Y habrá que mantenerlo y renovarlo. Como los trenes y estaciones.
Desde el comienzo de “Caminos de Hierro” esta evolución ha sido clara hasta desembocar en este año en donde hay una
clara decisión de sumar lo contemporáneo al camino buscando nuevas formas de iconicidad que tienen que ver con las
tendencias actuales. Y adelantándose a su tiempo, porque hoy, tras esos 22 años, la fotografía puja fuertemente y discute
de tú a tú con todas las artes plásticas que se precien y se nota el aliento nuevo que discute el figurativismo, que busca
e indaga en la abstracción del color, en el blanco y negro -mas actual hoy que ayer y en arriesgadas composiciones- en
las vistas sosegadas y clásicas, luchando con lo efímero de un tren sin humos y sin “Viajeros al tren” pero valorando que
el paisaje del país sea una ventana grande. Uno puede leer mientras mira la fugacidad con la que pasan los árboles.
Podemos entender muchas fotos que hemos visto en el concurso: la imagen se transforma, reventando todas las reglas
clásicas y lugares comunes para llevarnos al concepto puro, espectral y sin maquillajes, donde las imágenes se funden en
flujos que conforman una nueva visión.
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